Revista Comarcal

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EDITORIAL 41

200 años de ¡Viva la Pepa!

Amén de que uno debe saber que es el primer documento legislativo en España que intentaba romper de alguna manera con las clases sociales oficiales, recayendo la soberanía nacional en el pueblo, separar los poderes públicos y fundar una organización liberal del Estado, la Constitución de 1812 supone un faro en el horizonte histórico de este país que nos permite tomar un poco de perspectiva. Ver las cosas con perspectiva es una capacidad que se va perdiendo actualmente al estar cada vez más obligados a prestar atención a lo inmediato rodeado de inmedatez, de manera que perdemos las referencias temporales de las dinámicas sociales, incumpliéndose así aquella máxima que dice que es necesario saber de dónde vienes y el camino que llevas andado, para saber bien hacia dónde te diriges.

Esta Constitución de Cádiz también designaba el catolicismo como religión oficial del Estado y prohibía el resto de las confesiones (¡como los talibanes ahora!), así como negaba el voto a las mujeres, cosa esta última que, visto lo visto, se nos podría antojar que era más una liberación que una discriminación. En cualquier caso, ambas cuestiones nos dan una referencia de cómo estaban las cosas en este país hace 200 años en estos aspectos, resultando mucho más fácil entender por qué aún seguimos discutiendo sobre cosas superadas hace tiempo en otros lugares, como el papel de la mujer en la sociedad o el de la Iglesia en la vida política.

Hubo tres años previos a la Constitución (a los que se les conoce como el Juntismo) poco claros desde el punto de vista político y que vinieron propiciados por el inicio de la Guerra de la “Independencia” tras el alzamiento del 2 de Mayo de 1808 en Madrid contra los franceses, momento en el que se empieza a pergeñar la Constitución cuyo bicentenario se conmemora.

Pese a todo, la nueva Constitución suponía ciertos avances sociales para la clase más baja, los pecheros, y recortaba algunos privilegios a la aristocracia. Era un paso, pero no parece difícil entender por que la Constitución fue derogada en 1814, tras escasos dos años de vigencia, restablecida en 1820, derogada de nuevo en 1823 gracias a la fuerza militar de los 100.000 hijos de San Luis y dando paso a la Década Ominosa protagonizada por el sátrapa Fernando VII, vuelta a estar vigente en 1836 y sustituida en 1837 por una nueva constitución que casi nadie recuerda. Todo un encadenamiento de encrucijadas políticas, resueltas a menudo vertiendo la sangre de los mismos, convencidos en cada caso de que lo hacían para mejorar el futuro de sus hijos, mientras “ellos” jugaban su partida.

La perspectiva nos puede servir para entender que ahora disponemos de algunas herramientas para comprender, pero seguimos sucumbiendo al manejo y encontramos más interesante seguir el fútbol, un culebrón o Telecinco que leer y documentarnos para tomar las riendas de nuestro destino, en la confianza de que “ya pasará”.

Nunca ha pasado, ni pasará. Solo hemos discurrido del ¡Viva la Pepa! al ¡Viva el Pepe! gritando entremedias ¡Vivan las caenas! y culpando a otros de nuestro infortunio. ¡País!