Revista Comarcal

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EDITORIAL 60

Nada más pasar San Martín

Nada más pasar San Martín, el invierno se presenta en la comarca prescindiendo de las fechas del equinoccio que dice que es el 21 de diciembre la fecha de inicio de la estación fría. Quedan detrás los últimos días dulces del verano de San Miguel y del más corto de San Martín. La comarca entera, sus habitantes, parecen dormir en sus cuevas como osos en osera. El viajero pasará por un pueblo cualquiera y, si no fuera por las chimeneas humeantes, se diría que la población ha huido. Ante el fuego de la chimenea, cualquiera de esas personas, casi todas mayores, muy mayores, echa la vista atrás y piensa que en su infancia, el pueblo estaba repleto de gente, la escuela llena de rapaces, las cuadras llenas de animales. Fue por entonces cuando aquel que rellenaba en los papeles el apartado de “profesión” con la palabra de “labrador”, que se fue dando cuenta de que no le era rentable sembrar centeno en los pie de monte y aquella franja dorada del verano montañés fue desapareciendo: se pobló de matorral o repobló de pinos. Ya no hacía falta estraperlar grano en Castilla. Pero nadie dudaba de que la montaña sería siempre una zona ganadera: Pagaban los ganaderos del sur sus dineros por alquilar los puertos: Maraña, Lois, Portilla de la Reina, para sus ejércitos de merinos. Cada vecino tenía su ganadería: sus vacas, su hatajo de ovejas, su gallinero, sus cerdos… Nadie sabe poner fecha, pero, dejaron de subir los rebaños y aquellos negocios familiares fueron quebrando: los hijos buscaban empleos en las ciudades y las pequeñas ganaderías iban desapareciendo poco a poco. Para poder vivir del ganado había que aumentar la cabaña, seleccionar el ganado, mecanizarse. Y ganaderos montañeses, emprendedores, aceptaron el reto de los tiempos de la globalización: había que competir con ganaderos de otros países donde otros cielos regaban gratis sus campos y podían producir con menores costes.

Pero no termina aquí el proceso. Las llamadas “autoridades sanitarias” cayeron sobre los establos de los ganaderos con el fin de sanear la comarca de la nueva peste: la brucelosis. Muchos ganaderos tuvieron que deshacerse de todo su ganado y comprar una joven ganadería limpia que a los tres años era condenada nuevamente a desaparecer por la misma peste.

Se dice: Los pastos están contaminados por los animales silvestres cada vez más incontrolados: ciervos, jabalíes, corzos.

Se dice: Las pruebas no son fiables: análisis contrastados desautorizan los análisis oficiales.

Se dice: La montaña debe ser reconvertida en parque natural y reserva integral de caza. Los pocos ganaderos que quedan se irán jubilando o emigrando. Quien tiene poder, así lo ha decretado.

En muchos pueblos ha desaparecido ya toda actividad. No veo el fin de este invierno.