Revista Comarcal
El panorama social está últimamente agitado en España. Miles y miles de personas han decidido manifestar su indignación en las calles, de forma pacífica y devolviendo a las plazas públicas buena parte de su significado. Movilizaciones pacíficas, pero con una contundencia y un eco social que no se recuerda desde hace décadas, muchas décadas. Señalan a los banqueros como culpables de la crisis financiera, a los políticos por permitir la desregulación que ha facilitado el expolio y al sistema que les ampara en sus fechorías, como si en realidad estuviese ya programado para ese fin.
Ilusos bienintencionados, jipis trasnochados, porreros, radicales, perroflautas, e incluso pro-etarras, como repiten algunos medios de comunicación, adalides del neoliberalismo que, por cierto, nos ha llevado hasta aquí. ¡Ladran! Luego cabalgamos.
Y la verdad es que hay motivos más que sobrados para considerarles raritos, pero por lo contrario, pues proponer de forma pacífica y ejemplar una mayor participación en esta democracia empobrecida, así como la transformación de los valores de una sociedad a todas luces mejorable, no tendría que ser objeto de críticas, sino que debería ser objeto de estudio en la enseñanza obligatoria, si es que alguna vez queremos llenar de contenido los tan cacareados derechos y valores democráticos de los que, por cierto, alguna gente sólo ha oído hablar.
Se puede estar de acuerdo o no con las propuestas emanadas de estos movimientos sociales, y deberían ser estudiadas por las administraciones de todo rango y obrar en consecuencia, pero lo realmente importante es el fenómeno en sí mismo y los medios utilizados, pues este tipo de movimientos sociales autoorganizados ponen en solfa el sentido de los partidos o los sindicatos, señalados como colaboracionistas con el actual desastre financiero y, a día de hoy, con una capacidad de convocatoria mucho menor de lo que han demostrado ser capaces cuatro con una gaita y un Twitter. ¡Pero esto qué es! La gente manifestándose sin que un sindicato o partido les convoque y tomando sus propias decisiones.
Corren tiempos en los que es fundamental adquirir las herramientas intelectuales necesarias para comprender el funcionamiento del sistema económico y así tener el suficiente criterio para adoptar la postura pertinente, pues es mucho lo que está en juego. Resulta extraño que mucha gente conozca la vida y obra de personajes irrelevantes para el desarrollo de nuestra vida a través de monográficos televisivos recetados en dosis masivas, mientras que desconocemos el verdadero funcionamiento del sistema en que vivimos y que funciona a base de crisis recurrentes, más o menos cíclicas y durante las que unos pocos hacen caja, escondidos detrás del apodo de "los mercados" y quedando impunes, mientras los demás deben hipotecar su futuro para enrasar las ganancias de los primeros. Quizá la pregunta es esa ¿Por qué desconocemos el funcionamiento del sistema económico en que vivimos? Puedes creerte lo que quieras. Tú decides
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P.D.: En la pasada editorial de La Revista se enumeraron los miembros fundadores de la misma, pero la memoria nos traicionó y omitimos al fotógrafo oficial, Salvador González, error de bulto que se nos coló de forma involuntaria y que queremos rectificar.
