Revista Comarcal

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Ironías de la vida

La Montaña, y en especial el sector hostelero, han visto sobrepasados sus objetivos más optimistas durante este extraño verano post confinamiento. La demanda de aire puro, espacios abiertos y lugares saludables se disparó tras tantas semanas de encierro cuarentenario. Hasta la propia meteorología se adaptó como en pocas ocasiones a los requerimientos más exigentes, llegando incluso a llover solo por la noche durante las semanas más señaladas. Realmente esta vez sí que ha llegado a la Montaña mucha más gente de la que somos capaces de atender.

Tan irónico como difícil de pronosticar era y es que el mejor de los veranos turísticos de la Montaña no llegase como fruto de los denodados esfuerzos en promoción de muchos integrantes del sector y algunos técnicos e incluso alcaldes, sino de la mano de una calamidad a escala mundial en forma de pandemia.

La ironía es un fino artificio literario mediante el cual se da a entender algo distinto, incluso lo contrario, a lo que se dice, se escribe o a lo que se explicita en una situación en la que se esperaba una cosa y sucede otra muy diferente. La ironía suele ser valorada por los buenos oradores como muestra de inteligencia dialéctica y por cierta suerte de humor refinado que suele llevar asociado.

Pero la reina de las ironías que ahora vivimos se genera en esta realidad distópica en la que, por un lado, prácticamente toda la Humanidad está tan ultraconectada que con un móvil en la mano tenemos la posibilidad de hablar, e incluso ver, a casi cualquier persona en el mundo, mientras que esa misma realidad discurre por unos derroteros en los que no nos podemos acercar físicamente, besarnos o abrazarnos con nadie fuera de nuestro círculo más íntimo, sin poner en serio riesgo la salud. Ironías de la vida que dan y que quitan y que esperemos que sin tardar mucho podamos contar en pasado a modo de batallitas.